lunes, 22 de abril de 2013

Perlas para el café: Tlatelolco

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El cine y el movimiento del 68.
Una mirada fílmica a “Tlatelolco”
Por: Allende Márquez Ortiz

Si bien mi primer encuentro con la trágica historia del movimiento del 68, que desencadenó y terminó al menos en hechos, en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, fue las anécdotas que mi papá desde su perspectiva como estudiante de doctorado en Iowa State University, y mi madre quienes pudieron observar desde el medio no controlado por el estado mexicano, ante la cobertura mediática de los juegos olímpicos realizados en México; el como ex alumno de la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo, que participó activamente en este movimiento estudiantil, y como un buen rojillo y simpatizante de las causas de izquierda y socialistas, por algo me llamo Allende. Fue meramente eso, anécdotas e historias que mi padre nos ha contado a lo largo de toda su vida.
Pero la primera historia que realmente me impactó fue al ver en su estreno Rojo Amanecer (Fons, 1989), producida por el célebre Valentín Trujillo y Héctor Bonilla, protagonizada por este último junto con María Rojo, Demian y Bruno Bichir y el fallecido Eduardo Palomo entre otros. 
Recuerdo salir de esta sala de cine de los primeros “multicinemas” que hubo en Texcoco, con un gran disparo a mi espíritu y corazón al  haber visto esta mirada interna y contenida en uno de los departamentos  de la Unidad Tlatelolco. Sin una gran producción, dentro del marco del “Nuevo Cine Mexicano”,  Rojo amanecer nos permitía conocer una de las muchas historias, aunque ficticias, pero basadas en los hechos reales, retomados muchos de las situaciones y diálogos de La noche de Tlatelolco (Poniatowska, 1971).
Sin duda el impacto de ver en  pantalla esta historia, y desde este punto de vista en particular sensibilizó a mi ser ante uno de los momentos más negros de la historia moderna de México.
Más tarde, casi en la universidad leí el libro de Elena Poniatowska lo cuál confirmó y amplió mi conocimiento de facto del movimiento del 68, así mismo el documental El grito de Leobardo López Aretche  estudiante en ese entonces del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM y que junto con sus compañeros de clase, documenta el movimiento estudiantil y aunque con deficiencias visuales y pocos recursos nos cuenta en 120 minutos, como espectador y protagonista este documental casi en primera persona, con 8 horas de filmación de diferentes momentos del movimiento estudiantil.
45 años más tarde se han hecho esfuerzos  por llevar nuevamente esta historia a la pantalla, y ayer por la tarde junto con mis hermanos y sobrinos ví la película Tlatelolco, de Carlos Bolado. Y sin embargo aún ante el intento de recrear época y hechos de los principales protagonistas de esta historia, incluyendo el presidente Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez , así como filmar en las locaciones más representativas de donde sucedieron los diferentes acontecimientos, como Ciudad Universitaria, la Preparatoria 1 en San Idelfonso, La Academia de San Carlos, Av.  De la Reforma y la misma plaza de las tres culturas en Tlatelolco. La Ibero fue recreada en la Universidad Autónoma Chapingo, dado que las instalaciones de esta universidad fueron dañadas en el terremoto del 85, y se traslada a su campus en Santa Fe.



Tlatelolco nos presenta el movimiento estudiantil de manera cronológica y desde el punto de vista de una historia de amor entre dos jóvenes estudiantes, uno de  Arquitectura de la UNAM y la otra de Comunicación de la Ibero (estas son las dos primeras pistas que desde mi punto de vista se vuelve una historia con tintes de historia de amor al más puro estilo Shakespeare).  Dos mundos que se encuentran ante las represiones del gobierno;  traiciones y homicidios de carácter bíblico que evidentemente tratar de reflejar metáforas sobre el mexicano asesinando y traicionando al otro mexicano, a su hermano a su madre a su hermana.
Sin embargo ante estos esfuerzos del guión y de la dirección de Bolado, cuyo trabajo en Colosio, el asesinato (2012), fue mejor ejecutado tanto en guión, como actuación y dirección. Tlatelolco, el verano del 68, como también se le publicitó pierde fuerza y dirección narrativa en varios de los puentes de la historia que debería desencadenar con fuerza en el momento más trágico del movimiento.
Si bien utiliza recursos gráficos y documentales para contar la historia, incluyendo pietaje original de diferentes filmaciones del momento.  Su estética no logra ser uniforme y propositiva en este sentido, parece querer mostrarnos un aire documental con títulos que describen las fechas de mayor relevancia hiladas con la historia de los protagonistas, así como la aparición  intermitente y con poco timing del “presidente” y de su sucesor el “secretario”. Con un maquillaje que apenas nos deja ver rasgos del feo presidente que hace bromas ante los medios, y disminuye la importancia de la toma de decisiones para ordenar la matanza en Tlatelolco ese 2 de Octubre.
Actuaciones novatas y desencajadas, aunque resalta la actuación de Armando Hernández como Paco, el Caín de la historia, que junto con la historia de su hermano Félix, representado por Christian Vasquez, nos muestran el lado de la moneda del Batallón Olimpia y demás fuerzas del orden público, incluyendo el ejército vs el Concejo Nacional de Huelga.
Romeo y Julieta, perdón Félix y Ana María (Cassandra Ciangherotti) se encuentran, se enamoran, se entregan, se pierden y encuentran, dentro de esta trágica historia de amor,  de Julio del 68, hasta el 2 de octubre, las ya resaltadas diferencias sociales y lucha de poderes al ser el papá , Juan Manuel Bernal, de esta Julieta, revolucionaria,  un señor “influyente” y participante activo de quienes ejecutaron las órdenes de la matanza, desaparición, tortura y asesinato de estudiantes. Pero aún cuando el Director quiere tener este punto de vista, pierde el contacto de los jóvenes con la realidad del evento, si bien participan activamente y son víctimas del propio sistema quien amedrenta a sus compañeros estudiantes, la historia resulta un pretexto soso y mal desarrollado dentro de la película.

Es loable la interpretación y recreación es estos hechos en la película de Carlos Bolado, pero más que Tlatelolco, creo que la historia debería llamarse Los estudiantes del 68, ya que nos narra y desarrolla en su narrativa la importancia de los antecedentes que desembocan en la plaza de  Tlatelolco.  Planteando que el objetivo real ante las protestas y enfrentamientos entre los estudiantes  y el gobierno era limpiar la imagen de las Olimpiadas que serían inauguradas 10 días después.

Me sigo quedando con Rojo amanecer definitivamente, ya que sin presunciones y pocos recursos logró transmitirme con claridad y sensibilidad la historia de lo que ahí sucedió.



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