El cine y el movimiento del 68.
Una mirada fílmica a “Tlatelolco”
Por: Allende Márquez Ortiz
Si bien mi primer encuentro con la
trágica historia del movimiento del 68, que desencadenó y terminó al menos en
hechos, en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, fue las anécdotas que mi
papá desde su perspectiva como estudiante de doctorado en Iowa State
University, y mi madre quienes pudieron observar desde el medio no controlado
por el estado mexicano, ante la cobertura mediática de los juegos olímpicos
realizados en México; el como ex alumno de la Escuela Nacional de Agricultura
en Chapingo, que participó activamente en este movimiento estudiantil, y como
un buen rojillo y simpatizante de las causas de izquierda y socialistas, por
algo me llamo Allende. Fue meramente eso, anécdotas e historias que mi padre
nos ha contado a lo largo de toda su vida.
Pero la primera historia que realmente me
impactó fue al ver en su estreno Rojo Amanecer (Fons, 1989), producida por el
célebre Valentín Trujillo y Héctor Bonilla, protagonizada por este último junto
con María Rojo, Demian y Bruno Bichir y el fallecido Eduardo Palomo entre
otros.
Recuerdo salir de esta sala de cine de
los primeros “multicinemas” que hubo en Texcoco, con un gran disparo a mi
espíritu y corazón al haber visto esta
mirada interna y contenida en uno de los departamentos de la Unidad Tlatelolco. Sin una gran
producción, dentro del marco del “Nuevo Cine Mexicano”, Rojo amanecer nos permitía conocer una de las
muchas historias, aunque ficticias, pero basadas en los hechos reales,
retomados muchos de las situaciones y diálogos de La noche de Tlatelolco
(Poniatowska, 1971).
Sin duda el impacto de ver en pantalla esta historia, y desde este punto de
vista en particular sensibilizó a mi ser ante uno de los momentos más negros de
la historia moderna de México.
Más tarde, casi en la universidad leí el
libro de Elena Poniatowska lo cuál confirmó y amplió mi conocimiento de facto
del movimiento del 68, así mismo el documental El grito de Leobardo López
Aretche estudiante en ese entonces del
Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM y que junto con
sus compañeros de clase, documenta el movimiento estudiantil y aunque con
deficiencias visuales y pocos recursos nos cuenta en 120 minutos, como
espectador y protagonista este documental casi en primera persona, con 8 horas
de filmación de diferentes momentos del movimiento estudiantil.
45 años más tarde se han hecho
esfuerzos por llevar nuevamente esta
historia a la pantalla, y ayer por la tarde junto con mis hermanos y sobrinos
ví la película Tlatelolco, de Carlos Bolado. Y sin embargo aún ante el intento
de recrear época y hechos de los principales protagonistas de esta historia,
incluyendo el presidente Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez , así
como filmar en las locaciones más representativas de donde sucedieron los
diferentes acontecimientos, como Ciudad Universitaria, la Preparatoria 1 en San
Idelfonso, La Academia de San Carlos, Av.
De la Reforma y la misma plaza de las tres culturas en Tlatelolco. La
Ibero fue recreada en la Universidad Autónoma Chapingo, dado que las instalaciones
de esta universidad fueron dañadas en el terremoto del 85, y se traslada a su
campus en Santa Fe.
Tlatelolco nos presenta el movimiento
estudiantil de manera cronológica y desde el punto de vista de una historia de
amor entre dos jóvenes estudiantes, uno de
Arquitectura de la UNAM y la otra de Comunicación de la Ibero (estas son
las dos primeras pistas que desde mi punto de vista se vuelve una historia con
tintes de historia de amor al más puro estilo Shakespeare). Dos mundos que se encuentran ante las
represiones del gobierno; traiciones y
homicidios de carácter bíblico que evidentemente tratar de reflejar metáforas
sobre el mexicano asesinando y traicionando al otro mexicano, a su hermano a su
madre a su hermana.
Sin embargo ante estos esfuerzos del
guión y de la dirección de Bolado, cuyo trabajo en Colosio, el asesinato
(2012), fue mejor ejecutado tanto en guión, como actuación y dirección.
Tlatelolco, el verano del 68, como también se le publicitó pierde fuerza y
dirección narrativa en varios de los puentes de la historia que debería
desencadenar con fuerza en el momento más trágico del movimiento.
Si bien utiliza recursos gráficos y
documentales para contar la historia, incluyendo pietaje original de diferentes
filmaciones del momento. Su estética no
logra ser uniforme y propositiva en este sentido, parece querer mostrarnos un
aire documental con títulos que describen las fechas de mayor relevancia
hiladas con la historia de los protagonistas, así como la aparición intermitente y con poco timing del
“presidente” y de su sucesor el “secretario”. Con un maquillaje que apenas nos
deja ver rasgos del feo presidente que hace bromas ante los medios, y disminuye
la importancia de la toma de decisiones para ordenar la matanza en Tlatelolco
ese 2 de Octubre.
Actuaciones novatas y desencajadas, aunque
resalta la actuación de Armando Hernández como Paco, el Caín de la historia,
que junto con la historia de su hermano Félix, representado por Christian
Vasquez, nos muestran el lado de la moneda del Batallón Olimpia y demás fuerzas
del orden público, incluyendo el ejército vs el Concejo Nacional de Huelga.
Romeo y Julieta, perdón Félix y Ana María
(Cassandra Ciangherotti) se encuentran, se enamoran, se entregan, se pierden y
encuentran, dentro de esta trágica historia de amor, de Julio del 68, hasta el 2 de octubre, las
ya resaltadas diferencias sociales y lucha de poderes al ser el papá , Juan
Manuel Bernal, de esta Julieta, revolucionaria, un señor “influyente” y participante activo de
quienes ejecutaron las órdenes de la matanza, desaparición, tortura y asesinato
de estudiantes. Pero aún cuando el Director quiere tener este punto de vista,
pierde el contacto de los jóvenes con la realidad del evento, si bien
participan activamente y son víctimas del propio sistema quien amedrenta a sus
compañeros estudiantes, la historia resulta un pretexto soso y mal desarrollado
dentro de la película.
Es loable la interpretación y recreación
es estos hechos en la película de Carlos Bolado, pero más que Tlatelolco, creo
que la historia debería llamarse Los estudiantes del 68, ya que nos narra y
desarrolla en su narrativa la importancia de los antecedentes que desembocan en
la plaza de Tlatelolco. Planteando que el objetivo real ante las
protestas y enfrentamientos entre los estudiantes y el gobierno era limpiar la imagen de las
Olimpiadas que serían inauguradas 10 días después.
Me sigo quedando con Rojo amanecer
definitivamente, ya que sin presunciones y pocos recursos logró transmitirme
con claridad y sensibilidad la historia de lo que ahí sucedió.
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